Ley
de Memoria Histórica: el PSOE contra la revolución proletaria
Pronto se cumplirán 15 años de la aprobación
de la ley de Memoria Histórica[1], la cual ha generado desde entonces un debate
entre los actuales partidos de "izquierdas" y "derechas" apoyados en sus medios de
comunicación pero que carece del más mínimo alcance intelectual, por no definir
claramente los conceptos fundamentales en los que se basa y se repiten en todo
su contenido, a saber, democracia y libertad.
En este artículo presento las pruebas por las
que afirmo que dicha ley de Memoria Histórica no es ni por asomo un intento del
PSOE de volver al Frente Popular ni a su origen marxista revolucionario, que estuvo
presente hasta el Congreso de Suresnes, sino la forma legal de ocultar
su pasado para posicionarse como un agente histórico fundamental en el desarrollo
de la democracia liberal de mercado que ahora conocemos. Por eso, en dicha ley,
no se menciona términos como la dictadura del proletariado, la disyuntuva
revolución o reforma, la lucha de clases, la acumulación de capital, la teoría
del valor trabajo, la república burguesa o la clase obrera. Además, quizás para
que reine la ambigüedad, el debate y la división de la sociedad consumidora de
medios de comunicación, no se define explícitamente al PSOE o al PCE como partidos
demócratas.
La idea de democracia y libertad del PSOE
durante la II República
a) Clasificación de las izquierdas presentes antes y durante la Guerra Civil
Según la clasificación del filósofo español Gustavo Bueno en su libro el Mito de la izquierda, las izquierdas españolas presenten durante la II República y la Guerra Civil se podría encuadrar en la 3ª,4ª y 5ª generación [2]: anarquistas, socialdemócratas y comunistas respectivamente. Teniendo en cuenta dicha clasificación se constata que en el PSOE existía el cisma entre la 4ª generación de Besteiro y la 5ª de Largo Caballero. Además, el filósofo riojano aporta en dicha obra que "el comunismo, en cambio, desde el principio, se propuso la transformación revolucionaria y racional del Estado burgués imperialista en un Estado comunista que, a su vez se orientaba hacia la transformación de los demás Estados, como fase previa para la <<extinción definitiva del Estado>>"[3]. Pero el propio Largo caballero señaló en 1933 la importancia del Estado en su proyecto, alejándose en este aspecto de las posiciones comunistas más teóricas:
[...]¿Libertad para qué?
Un Estado que sea consciente de su misión histórica, como lo es el nuevo Estado Republicano de España, no puede permitir que en el seno de la sociedad exista otro Estado tan o más fuerte que él. Por definición, el Estado es un poder absoluto, ésta sobre todos los poderes sociales. Esta es la característica de un Estado vital, de un Estado que está a la altura de su destino.[...] La libertad absoluta de enseñanza como cualquier forma de libertad absoluta, es incompatible con todo estado creador. ¿Libertad para qué?, se pregunta un verdadero hombre de Estado. ¿Libertad para socavar los cimientos del Estado y demolerlo en la primera ocasión propicia? Sería una ingenuidad que los verdaderos republicanos y los socialistas no estamos dispuestos a acometer.[...][4]
Mussolini, en 1929, reconocía lo mismo en relación al Estado y la libertad:
[...]El Estado fascista organiza a la nación, pero deja margen suficiente a los individuos; ha limitado las libertades inútiles y nocivas, pero ha conservado las libertades esenciales. El que juzga en este terreno no puede ser el individuo, sino solamente el Estado. […] [5].
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